Jesús es centro de las Escrituras.
Jesús y Pablo dice que la Biblia habla de Jesús. Esto tiene muchas implicaciones de cómo leemos la Biblia. Primero examinaremos lo que dice Jesús y Pablo. Luego vamos a hablar acerca de las implicaciones de estas declaraciones.
Jesús dice,
¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria? Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras (Lucas 24:26-27 NVI).
Jesús en el mismo capítulo dice, “las Escrituras hablan de mi”.
Y en el Evangelio de Juan:
Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor! Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida. (Juan 5:39-40 NVI)
Si le creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creen lo que él escribió, ¿cómo van a creer mis palabras? (Juan 5:46-47 NVI)
Pablo en sus sermones de Hechos indica que las Escrituras (el Antiguo Testamento) hablen de Jesús. De hecho muchos de sus argumentos están basados en el Antiguo Testamento. Vea sus sermones.
Pablo se puso en pie, hizo una señal con la mano y dijo: “Escúchenme, israelitas, y ustedes, los gentiles temerosos de Dios: El Dios de este pueblo de Israel escogió a nuestros antepasados y engrandeció al pueblo mientras vivían como extranjeros en Egipto. Con gran poder los sacó de aquella tierra y soportó su mal proceder en el desierto unos cuarenta años. Luego de destruir siete naciones en Canaán, dio a su pueblo la tierra de ellas en herencia. Todo esto duró unos cuatrocientos cincuenta años. Después de esto, Dios les asignó jueces hasta los días del profeta Samuel. Entonces pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, de la tribu de Benjamín, que gobernó por cuarenta años. Tras destituir a Saúl, les puso por rey a David, de quien dio este testimonio: ‘He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón; él realizará todo lo que yo quiero.' De los descendientes de éste, conforme a la promesa, Dios ha provisto a Israel un salvador, que es Jesús. Antes de la venida de Jesús, Juan predicó un bautismo de arrepentimiento a todo el pueblo de Israel. Cuando estaba completando su carrera, Juan decía: ‘¿Quién suponen ustedes que soy? No soy aquél. Miren, después de mí viene uno a quien no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias.' "Hermanos y hermanas, descendientes de Abraham, y ustedes, los gentiles temerosos de Dios: a nosotros se nos ha enviado este mensaje de salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes no reconocieron a Jesús. Por tanto, al condenarlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los sábados. Aunque no encontraron ninguna causa digna de muerte, le pidieron a Pilato que lo hiciera ejecutar. Después de llevar a cabo todas las cosas que estaban escritas acerca de él, lo bajaron del madero y lo sepultaron. Pero Dios lo levantó de entre los muertos. Durante muchos días lo vieron los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. "Nosotros les anunciamos a ustedes las buenas nuevas respecto a la promesa hecha a nuestros antepasados. Dios nos la ha cumplido plenamente a nosotros, los descendientes de ellos, al resucitar a Jesús. Como está escrito en el segundo salmo: “'Tú eres mi hijo; hoy mismo te he engendrado.' Dios lo resucitó para que no volviera jamás a la corrupción. Así se cumplieron estas palabras: “'Yo les daré las bendiciones santas y seguras prometidas a David.' Por eso dice en otro pasaje: “'No permitirás que el fin de tu santo sea la corrupción.' Ciertamente David, después de servir a su propia generación conforme al propósito de Dios, murió, fue sepultado con sus antepasados, y su cuerpo sufrió la corrupción. Pero aquel a quien Dios resucitó no sufrió la corrupción de su cuerpo. "Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser justificados de esos pecados por la ley de Moisés, pero todo el que cree es justificado por medio de Jesús. Tengan cuidado, no sea que les suceda lo que han dicho los profetas: "'Miren, burlones, asómbrense y desaparezcan, porque yo estoy realizando en sus días una obra que ustedes nunca creerán, aunque alguien se la explique.'" (Hechos 13:16-41 NVI)
El sermón, o mejor dicho, los argumentos de Pablo a los de Tesalónica están resumidos en unos pocos versículos,
Atravesando Anfípolis y Apolonia, Pablo y Silas llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Como era su costumbre, Pablo entró en la sinagoga y tres sábados seguidos discutió con ellos. Basándose en las Escrituras, les explicaba y demostraba que era necesario que el Mesías padeciera y resucitara. Les decía: “Este Jesús que les anuncio es el Mesías." (Hechos 17:1-3 NVI)
No solo en sermones, sino también en todos sus argumentos Pablo regresaba a las Escrituras para establecer quién era Cristo.
Señalaron un día para reunirse con Pablo, y acudieron en mayor número a la casa donde estaba alojado. Desde la mañana hasta la tarde estuvo explicándoles y testificándoles acerca del reino de Dios y tratando de convencerlos respecto a Jesús, partiendo de la ley de Moisés y de los profetas. (Hechos 28:23 NVI)
Pablo indica que todas las promesas en el Antiguo Testamento están cumplidas en Jesús.
Todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos “amén” para la gloria de Dios. (2Co 1:20 NVI)
También, 1 Timoteo 2:5 nos explica que no hay otro medio para llegar a Dios:
Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,… (1Ti 2:5 NVI)
Jesús mismo dijo,
--Yo soy el camino, la verdad y la vida --le contestó Jesús--. Nadie llega al Padre sino por mí. Si ustedes realmente me conocieran, conocerían también a mi Padre. Y ya desde este momento lo conocen y lo han visto. (Juan 14:6-7 NVI)
Nuestra primera tarea es de conocer a Jesús. La aplicación correcta debe darnos a entender quien es Jesús. Si buscamos hacer la aplicación directa a nosotros, pensamos que somos “dioses” por que perdemos el filtro que separa Dios de nosotros.
Si no tenemos este argumento en el fondo de todos nuestros sermones es muy probable que estemos predicando un evangelio diferente. Por alguna razón estamos enfocándonos en otras cosas. Quizás estamos siguiendo a Kant quien indicó que no podemos conocer a Dios, la religión sólo sirve para la ética. Así reducimos la predicación a cuestiones éticas, o como dice él, cosas prácticas.
Pedro dice que Jesús debe ser el contenido de nuestra predicación
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1Pe 2:9 NVI)
Esto contrapone el método común de leer las Escrituras que va principalmente hacía una aplicación, nuestra quehacer en la vida, algo práctico. La prioridad en la práctica borra a Jesús de mensaje bíblico. La prioridad en la práctica quita el conocimiento de Dios y de Jesús de las Escrituras.
No necesitamos otras aplicaciones hasta que hayamos conocido a Jesús. Si no llegamos a conocer a Jesús, cualquier otra aplicación es una fantasía, por aplicar de la Biblia lo que no está escrito para una aplicación personal en nuestras vidas. En otras palabras, de robar de Jesús su identidad y apropiarlo para nosotros.
Al leer la Biblia de esta manera, elimina el conocimiento de Dios de nuestra lectura y pone en su lugar una fantasía que Dios no nos quiso dar. Pensamos que tenemos “poderes” que no tenemos. Pensamos que tenemos dones que no tenemos.
Los que leen la Biblia de esta manera, llegan a creer que son dioses, es decir, que tienen súper poderes. Hace poco en Tijuana estaba escuchando a uno que pensaba así y el dijo: “saca el dios que está en ti”… “doy mi vida por México”, también pensaba que podría leer la mente de las personas como Cristo lo hizo.
También llegamos a pensar que nuestras “proclamaciones” son importantes. Que nuestra decisión es la máxima. Olvidamos por completo a Jesús que quedamos pensando sólo en nosotros mismos.
Así llegamos a desplazar por completo a Jesús y nuestra preocupación es sólo con nosotros mismos. ¿Y nos llamamos cristianos? Nos deja con las estrellas del cielo y la ley moral en cada uno de nosotros. No tenemos la manera de salvarnos en este escenario.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario