sábado, 10 de julio de 2010

¿Por qué muere la gente?

En estos últimos días la ciudad de Monterrey ha sufrido las consecuencías del huracán Alex, el primero de 2010. Estos “actos de las madre naturaleza” nos dejan perplejos de nuestra incapacidad. Buscamos respuestas de la justicia en esta vida.

¿Por qué algunos mueren en un huracán, o en una tormenta y otros no? ¿Por qué algunos mueren por la injusticia, mientras que otros benefician de ella? ¿Por qué algunos mueren por enfermedades, mientras que otros gozan de salud? ¿Muere alguna gente por ser más pecadora que otra?

Constantemente en esta vida vemos que a unos les va bien mientras que a otros les va mal. Nuestra naturaleza es interpretarlo como consecuencia del pecado o de la justicia de la persona. Muchas veces llegamos a pensar que si tenemos salud u otra bendición somos mejores que otros. Pero es importante que escuchemos cómo Jesús interpreta estas diferencias.

Hoy en día casi no vemos que el pecado tiene consecuencias en nuestras vidas. Pensamos que la ciencia nos ha hecho inmune de las consecuencias de pecado. Dejamos de pensar que sea importante tomar en cuenta a Dios en nuestras vidas. Cuando vemos las consecuencias de un terremoto, o tsunami, o huracán, o tornado no pensamos que pueda tener un mensaje para nosotros. Pero Jesús nos indica que estas calamidades deben enseñarnos a temer a Dios.

Jesús responde a estas pregunta en Lucas 13:1-9 NVI:
En aquella ocasión algunos que habían llegado le contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió:

¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán a menos que se arrepientan.

¿O piensan que aquellos dieciocho que fueron aplastados por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán a menos que se arrepientan.

Entonces les contó esta parábola:
Un hombre tenia una higuera plantada en su viñedo, pero cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada. Así que le dijo al viñador:

Mira, ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado nada. ¡Córtala! ¿Para qué ha de ocupar terreno?

Señor -- le contestó viñador --, déjela todavía por un año más, para que yo pueda cavar a su alrededor y echarle abono. Así tal vez en adelante dé fruto; si no córtela.

No debemos malinterpretar la paciencia de Dios hacia nosotros cuando pecamos. Él de todos modos quiere que nos arrepintamos y abrazemos su evangelio.

¿Quién llama a la gente para que se arrepientan hoy?

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