domingo, 10 de enero de 2016

El Inicio

El Inicio
Sermón de Eugenio Torres Rivera

INTRODUCCIÓN

Al inicio de cada año se hacen propósitos de vida. Se tienen, desde luego, y por lo general, buenas intenciones. No obstante, al mirar con detenimiento La Escritura, nos encontramos con una visión de vida totalmente ajena a dichos propósitos.

Al mirar La Biblia ésta nos muestra una concepción del tiempo, de la vida ajena a nuestras modas, costumbres, gustos y cultura.

Por decir lo menos, nos presenta el tiempo como una creación de Dios, sometido a su señorío, con todos los avatares que se sufran y presenten en él.

El tiempo, como escenario, es presentado, con todos sus acontecimientos, dirigido por él, trátese de guerras, conmociones, desastres, muertes, luchas, enfermedades, agobios personales o tribales, nacionales o de familia.

¿Cómo ver entonces el futuro, el año próximo y el tiempo venidero? ¿Qué esperar y cómo esperar el futuro? ¿Qué esperanzas tener o cómo afrontar con fe, con alegría y gozo, con certidumbre el porvenir?

Si desglosamos nuestra mirada en detalles divinos que nos hablan del control de Dios en la historia, entonces sabremos cómo contestar estas preguntas. Así, pues, entonces veamos al Señor de la historia, del tiempo y la eternidad, cómo actúa en el tiempo.
El salmista escribió:
Salmos 31: 1Señor, en ti busco protección; ¡no me defraudes jamás! ¡Ponme a salvo, pues tú eres justo! 2Dígnate escucharme; ¡date prisa, líbrame ya! Sé tú mi roca protectora, ¡sé tú mi castillo de refugio y salvación! 3¡Tú eres mi roca y mi castillo! ¡Guíame y protégeme; haz honor a tu nombre! 4¡Sácame de la trampa que me han tendido, pues tú eres mi protector! 5En tus manos encomiendo mi espíritu; ¡rescátame, Señor, Dios de la verdad! 6Odio a los que adoran ídolos inútiles. He puesto mi confianza en el Señor. 7Tu amor me trae gozo y alegría. Tú has visto mis tristezas, conoces mis aflicciones; 8no me entregaste en manos del enemigo; ¡me hiciste poner pie en lugar seguro!  
9Señor, ten compasión de mí, pues estoy en peligro. El dolor debilita mis ojos, mi cuerpo, ¡todo mi ser! 10¡El dolor y los lamentos acaban con los años de mi vida! La tristeza acaba con mis fuerzas; ¡mi cuerpo se está debilitando! 
11Soy el hazmerreír de mis enemigos, objeto de burla de mis vecinos, horror de quienes me conocen. ¡Huyen de mí cuantos me ven en la calle! 12Me han olvidado por completo, como si ya estuviera muerto. Soy como un jarro hecho pedazos. 13Puedo oír que la gente cuchichea: «Hay terror por todas partes.» Como un solo hombre, hacen planes contra mí; ¡hacen planes para quitarme la vida! 
14Pero yo, Señor, confío en ti; yo he dicho: «¡Tú eres mi Dios!» 15Mi vida está en tus manos; (EN TUS MANOS ESTÁN MIS TIEMPOS RVR 60) ¡líbrame de mis enemigos, que me persiguen! 16Mira con bondad a este siervo tuyo, y sálvame, por tu amor. 17A ti clamo, Señor; ¡no me hundas en la vergüenza! ¡Hunde en la vergüenza a los malvados; húndelos en el silencio del sepulcro! 18Queden en silencio los labios mentirosos, que hablan con burla y desprecio, y ofenden al hombre honrado. 
19¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te honran! La guardas como un tesoro y, a la vista de los hombres, la repartes a quienes confían en ti. 20Con la protección de tu presencia los libras de los planes malvados del hombre; bajo tu techo los proteges de los insultos de sus enemigos. 
21Bendito sea el Señor, que con su amor hizo grandes cosas por mí en momentos de angustia. 22En mi inquietud llegué a pensar que me habías echado de tu presencia; pero cuando te pedí ayuda, tú escuchaste mis gritos.
23Amen al Señor, todos sus fieles. El Señor cuida de los sinceros, pero a los altaneros les da con creces su merecido. 24Den ánimo y valor a sus corazones todos los que confían en el Señor.


EL FUTURO DE DIOS
Isaías 65:1-3
1Fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.
2Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos;

Aclaremos. Jamás el hombre ha buscado a Dios. El profeta habla de Dios, «fui hallado por quienes no me buscaban». Desde luego, uno se preguntaría: «¿es posible encontrar lo que no se busca?» Porque uno puede encontrar lo que no busca, en algo llamado «coincidencia», por co–incidir en tiempo y espacio, pero el profeta no está hablando de eso; Dios dice que gente que no lo buscaba «lo halló».
En las expresiones idiomáticas de La Biblia, los verbos pasivos tienen su ideología. Si los vemos, por ejemplo en Noé, de él se dice que «halló gracia a los ojos del Señor». Desde luego, como expresión idiomática, significa que «Dios lo vio con agrado» o que «El Señor le concedió su gracia» o «se agradó de él», porque Noé no estaba en búsqueda del Señor.

Jamás, en La Escritura, el hombre busca a Dios. Es Dios quien busca al hombre, de acuerdo con lo expresado por el Señor Jesús, quien de sí mismo afirmó que «El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido».

Por lo tanto, «Dios fue hallado por quienes no lo buscaban» significa que él buscó, vio con agrado, le concedió su gracia a gente que no era judía.

Así, entonces, habla de pueblos «no judíos», que en versiones bíblicas anteriores traducen con «gentiles».

Más aún, el contexto habla de Dios siendo desobedecido por los descendientes físicos de Abraham, los judíos, pero dando paso a ser adorado por gentes, pueblos que no descienden de Abraham.
En Cristo, Dios «fue encontrado, hallado» por quienes no lo buscaban, pero que fueron buscados por Cristo y vinculados con el Dios Eterno.

Visto a futuro, el profeta, pues, nos abre un panorama, visto en retrospectiva, para que veamos el futuro desde la perspectiva de Dios.

Sigue, el mismo profeta, con ventanas al futuro siendo abiertas con una lente gran angular.

Isaías 65:17-25
17Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento. 18Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. 19Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. 20No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será maldito. 21Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. 22No edificarán para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. 23No trabajarán en vano, ni darán a luz para maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. 24Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. 25El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová.

LA NUEVA CREACIÓN.
A la luz de la visión profética, desde Génesis, Dios anticipa una nueva humanidad, un nuevo pueblo, una nueva creación.

Y a medida que avanzamos por el texto bíblico, vemos una ventana abierta en mayores grados y amplitudes y detalles precisados.

Nuevos, cielos, nueva tierra son, en la concepción bíblica, «un nuevo universo», «una creación totalmente nueva», donde habrá de vivir «la nueva humanidad», «el hombre nuevo creado por Dios».
Tal nueva creación es descrita con términos inéditos, desconocidos, ajenos a la realidad humana presente, descrita con metáforas paradójicas que acentúan la diferencia entre ésta y la nueva creación, como un niño que muera de cien años, gozarse en las obras de Dios, llanto, dolor, lágrimas y sufrimiento ajenos a la realidad humana... y el el lobo y el cordero conviviendo en paz, con los leones comiendo paja, como herbívoro, a semejanza del ganado vacuno...

Anticipada por los profetas, la nueva creación es plan de Dios para el futuro. No vemos en la descripción profética nada humano. De hecho, la realidad de la humanidad es para sumergirnos en el pesimismo, porque la creación, a la luz del comportamiento humano, no nos permite ver un futuro halagüeño, ni un pensamiento optimista para el porvenir.

De hecho, la creación misma, en términos paulinos, como él escribió en Romanos 8:18-22:
«18Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;  21porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora.

Fue maldecida por el pecado del hombre. Por lo tanto, los llamados «desastres naturales» o lo venidero, como el calentamiento global, no son «naturales», sino la manifestación del pecado del hombre en un planeta tierra maldecido.

De allí que, si hemos de ser «nacidos de nuevo», «nueva creación en Cristo», nuestro destino final requiere no una «vieja creación» o una «creación maldecida», sino una «creación santa y bendita» limpia y pura, exenta de pecado y maldición y de toda manifestación satánica, donde las expresiones del pecado son obvias, y su fruto, lágrimas, dolor quebranto, sufrimiento, muerte...

En «la nueva creación», pues, hay bendición, todo es nuevo, incluso la fauna manifiesta una nueva realidad, en la cual hasta la violencia natural de los felinos es olvidada, imposible de manifestarse.

¿Cómo configurarnos para nosotros un futuro? ¿Cómo ajustar nuestras vidas para un futuro venidero? ¿Cómo ajustarnos al futuro de Dios?
Sigamos con el profeta.

EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
Isaías 66:6-9:
6Voz de alboroto de la ciudad, voz del templo, voz de Jehová que da el pago a sus enemigos. 7Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores, dio a luz hijo. 8¿Quién oyó cosa semejante? ¿quién vio tal cosa? ¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos. 9Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios.

Dios crea la vida, da a luz hijos, dice de sí mismo ser el origen, la fuente y dador de la vida. Sin embargo, en este texto es dador de vida de manera milagrosa, de manera súbito y multíparo, él hace dar a luz y no impide, más bien muestra su gloria en hacer nacer a una nación de un sólo parto.
Vemos aquí de manera anticipada su obra en el Nuevo Testamento, de cuando da a luz por medio de su Espíritu a una nación heterogénea, multinacional, de cómo incrustó a las naciones gentiles en su plan, de cómo «fue encontrado por gente que no lo buscaba», pero que llegó a él de la manera y modo previstos por él.

Si vemos su cumplimiento, debemos leer el capítulo 2 de Hechos, donde llegan personas de muchos pueblos, no todos nacidos racialmente de Abraham, pero vinculados con la fe de él.
Cuantos llegan el día de Pentecostés al templo, se vive, de acuerdo con la naturaleza profética de la fiesta, que simbólicamente representa el derramamiento del Espíritu Santo profetizado por el profeta Joel, la experiencia de ser parte de una nación, del nuevo pueblo de Dios, de su nueva humanidad, posteriormente desarrollado con mayores detalles por el apóstol Pablo.

En Hechos 2 el Espíritu Santo es derramado, muchos, miles son engendrados, nacidos de nuevo, del Espíritu, como el Señor Jesús le había dicho a Nicodemo que le era necesario nacer, de modo misterioso, no humano, sino del Espíritu.

De acuerdo con el contexto del Nuevo Testamento, quien cree en Cristo, quien lo recibe, es hecho hijo de Dios, es una nueva creación, nacido de nuevo.

Dicho por el Señor Jesús a Nicodemo, «nacer del Espíritu» es una realidad desconocida para el ser humano por ser una operación llevada a cabo por Dios mismo por medio de su Espíritu Santo.

Durante la fiesta de Pentecostés, a la predicación de Pedro muchos (miles) creyeron en el evangelio y, como respuesta, fueron bautizados e incorporados a la iglesia, pero no de Jerusalén, no a la local, sino a la del Señor dispersa en todo el mundo.

Así, de manera súbita, una nación nació en un solo día, tal como lo había profetizado el Señor por medio de Isaías.

Esta nación no está formada, como un estado-nación, por una o varias etnias dispersas en un territorio con delimitaciones particulares.

No, esta nación está constituida por miles de etnias y su territorio es todo el planeta tierra. No tiene fronteras, pues la tierra entera es del Señor, su reino no tiene límites geográficos, por lo tanto sus súbditos habitan su territorio en plenitud.

Nacida en un momento, en una confesión de fe de quién es el Señor Jesucristo, en un instante toda una nación multiétnica fue dada a luz, parida en el Espíritu del Señor.

¿Puede nacer una nación en un día? Pregunta el Señor por medio del profeta. Nuestra convicción es ¡no! ¡De ninguna manera! Claro, visto desde la perspectiva humana, pero desde la divina es otra la realidad. Para él dar vida carece de obstáculos. Dar vida, para él, supera el milagro. La da de formas sutiles o espectaculares, tiernas y tersas, profundas y sensibles, pero todas divinas.

Sin gritos, sin gemidos, sin contracciones, ni sudor, ni hinchazón de pies, ni náuseas, ni vientre crecido, ni antojos ni fatigas... Jerusalén dio a luz hijos, muchos hijos... Por gracia, poder, amor, compasión, en una acción redentora.

Jerusalén no tuvo ninguna experiencia propia de quienes dan a luz. Pero eso de ninguna manera impidió la manifestación gloriosa del Dios dador de vida.

Y Dios se glorificó, hizo nacer a toda una nación, una nueva humanidad, que a la fecha sigue multiplicándose y extendiéndose por el planeta y entre las etnias.

Una nueva humanidad está esperando la nueva creación que anhela la manifestación gloriosa de los hijos de Dios.

LA NUEVA NACIÓN
Isaías 66:18-24
18 Porque yo conozco sus obras y sus pensamientos; tiempo vendrá para juntar a todas las naciones y lenguas; y vendrán, y verán mi gloria. 19 Y pondré entre ellos señal, y enviaré de los escapados de ellos a las naciones, a Tarsis, a Fut y Lud que disparan arco, a Tubal y a Javán, a las costas lejanas que no oyeron de mí, ni vieron mi gloria; y publicarán mi gloria entre las naciones. 20 Y traerán a todos vuestros hermanos de entre todas las naciones, por ofrenda a Jehová, en caballos, en carros, en literas, en mulos y en camellos, a mi santo monte de Jerusalén, dice Jehová, al modo que los hijos de Israel traen la ofrenda en utensilios limpios a la casa de Jehová. 21 Y tomaré también de ellos para sacerdotes y levitas, dice Jehová. 22 Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. 23 Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová. 24 Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se apagará, y serán abominables a todo hombre.
El nuevo pueblo de Dios, recogido de entre todas las naciones, ahora tiene el privilegio de ser parte del sumo sacerdocio, lo cual va de acuerdo con lo escrito por el apóstol Pedro, quien dice que somos (como iglesia) nación santa, real sacerdocio, pueblo rescatado para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.

¡Y se lo dice a los no judíos, a los gentiles! Esta nación (nueva creación) de Dios, será la que habite la nueva creación, cuyo anhelo es ver justo la manifestación de esta nueva humanidad.

La nueva humanidad está compuesta por todas las etnias y es el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham, de que en él serían benditas todas las naciones de la tierra. Abraham fue bendecido y él mismo vino a ser la bendición de Dios al mundo.

En la visión paulina, expresada en amplitud en Gálatas 4, el Israel de Dios es la descendencia de Abraham por la fe, y son justamente quienes han creído en Cristo.

La etnia judía no ha sido desechada, sigue siendo de interés en la misión y visión Ñ apostólica, pero las promesas de Dios a Abraham no se reducen a ella, más bien la incluyen, pero la nación judía o israelita tampoco es ni «el reloj de Dios», ni la centralizada de las promesas y profecías del Antiguo Testamento.

De acuerdo con Pablo, Jesucristo es el sí y el amén de todas las promesas y profecías del Antiguo Testamento y quienes creen en él son hijos de Dios, adoptados por el Padre.
Por lo tanto, tan grande es el amor del Padre que jamás desecha a ninguna etnia, a ninguna nación e Israel sigue estando en el corazón del Padre (lo mismo que las demás etnias), para mostrar en ellos su gloria, que es Cristo.

LA NUEVA PERSONA DE DIOS
2 Corintios 5:11-21
11 Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias. 12 No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón. 13 Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros. 14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. 16 De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, dice Pablo. No hay pasado de culpa en Cristo, no hay, como en la nueva creación, memoria del pecado ni de sus consecuencias.
Dos palabras hay en griego para nuevo: «neos» y «kaínos». La primera es genérica, como un neófito, nuevo en la fe, o para un concepto como neoortodoxia, la nueva ortodoxia... Pero kaínos es algo nuevo, nacido como nueva creación, sin pasado ni historia, como un recién nacido.
En sentido particular, cada creyente es «nueva criatura», y en sentido general todo cristiano en el planeta es parte de la nación, del nuevo pueblo, la nueva humanidad y es miembro o ciudadano del nuevo pueblo, la nueva nación de Dios.

PADRE DE SUS HIJOS, EL DIOS ETERNO
¿Cómo ver el año nuevo, el futuro en lo personal, como iglesia y como nueva creación? La visión mundana y pagana hace votos, promesas, establece metas.
Bajar de peso, adquirir un nuevo auto, comprar una casa, superarse profesionalmente, conseguir un título, ahorrar, ganar más en los negocios, renovar la empresa, mejorar el aspecto, conseguir unos «cuadritos en el abdomen», viajar más, ir a determinado lugar en vacaciones, conocer más lugares, conseguir mejores dispositivos electrónicos...

Todo eso es preocupación o anhelo pagano. Y en eso muchos «cristianos» tienen anhelos y metas paganas, mundanas, profanas que nada, nada tienen que ver con los planes de Dios para el futuro de él, de su reino.

No parecen haber sido criados por su Padre. Ni tienen los mismos anhelos ni las mismas metas, ni objetivos, ni reglas ni nada en consonancia.

La secularidad, la vida mundana, los pensamientos paganos y profanos han penetrado en muchos corazones cristianos.

Hablé del futuro como lo expresa el Señor para que ajustemos nuestra visión del futuro de acuerdo con sus planes, metas y objetivos.

Por eso, renunciar, arrepentirnos, cambiar de lealtad y abandonar los valores del mundo y llenarnos, revestirnos de los del Señor, hacer su voluntad, seguir en pos de lo que le es grato y alegra su corazón, vivir para complacerlo y hacer de cuánto le agrada nuestra meta de vida hará que modifiquemos nuestras expectativas para el futuro.

Él, por cierto, como Padre, tiene planes bien claros y, como Padre, tiene más y mejores proyectos que los nuestros.

Ajustemos nuestro es proyectos para este y los futuros años de acuerdo con su voluntad, hagamos lo que le place y agrada, y caminemos a su luz y voluntad, como nueva criaturas, como hijos del Eterno, como miembros de su nueva nación, como los llenos de su Espíritu Santo y que nuestra meta sea extender el ministerio de la reconciliación para que quienes estén destinados a ser parte de la nueva nación sean nueva creación, hijos de Dios.