El destinatario
Estaba escuchando a un profesor de literatura hablar de cómo
interpretar la Biblia. Me impactó mucho lo que dijo del “lector implícito” o el
destinatario. Los autores de la Biblia tenían una cultura común con sus
lectores. Ambos sabían el mismo idioma, sabían la misma gramática, vivían en la
misma situación. Lo que el autor escribía responde a esta situación. Nosotros
para interpretarlo correctamente tenemos que reconstruir la situación, tenemos
que concretizar el “lector implícito”. Esto es la única manera que podemos
aproximarnos al sentido original. Pondré
mis observaciones de las implicaciones aquí:
También hoy cuando hablamos de otras culturas grupos estamos
entrando a “otros mundos”. Estaba
escuchando el informe del accidente de avión de Corea en San Francisco en 2013.
La investigación mencionó varias causas del accidente: (1) el piloto no usó
lentes para el sol porque se considera falta de cortesía, por lo que no pudo
ver la pista de aterrizaje, (2) como el piloto era la “autoridad”, no podría
recibir sugerencias de sus subordinados. La autoridad en Corea es muy vertical.
No depende de otros. Si no conocemos la cultura de la gente, no podemos hablar
con ellos de manera eficaz. Los manuales de cómo conducir los aviones que no
toman en cuenta la cultura de los pilotos no funcionan para mantener los
aviones en el aire.
Todo autor le escribe a una persona. Muchas veces nosotros
no la conocemos, y no escribe a nosotros. El destinatario o “lector implícito”
vivió en otro tiempo, otra cultura, con otro sistema de gobierno y con otra
forma de adorar a Dios. La lista de diferencias es muy larga y podemos
continuar la lista para incluir tecnología, comunicaciones, satélites,
transporte, motores, etc.
Desde el principio del tiempo, hasta los tiempos de Napoleón
el transporte más rápido era el caballo. La mayoría no tenía más que caminar.
Era un mundo donde todo el calor provenía del fuego y no había electricidad.
También la información disponible al hombre era reducida
comparada con lo que existe hoy. La única manera plasmar la comunicación era
por escrito. Antes de 1450 no había imprenta. Por el año 1000 el hombre
empezaba a usar anteojos. La lectura antes de San Agustín era en voz alta.
Pablo escribía sus cartas para ser leídas en voz alta en las iglesias. Solo los
muy ricos tenían libros en sus casas.
Así vemos que la Biblia estaba escrita para “otro mundo”.
Pero también hay muchos cambios aun en los destinatarios dentro de la misma
Biblia. Unos vivían antes de los “Diez Mandamientos” y otros eran polígamos.
Si esta tan importante tomar en cuenta la diferencia
cultural en el mundo hoy, también es importante tomar en cuenta las diferencias
culturales entre nosotros y los mencionados en la Biblia.
Otro factor es que el significado cambia con el
destinatario. La frase “te amo” cambia mucho en el sentido depende quien está
hablando a quien. Por ejemplo, si una madre lo dice a su hijo, y si un hijo lo
diga a su madre. Si el novia lo dice a
su novio, o lo dice a su padre. El sentido cambia con el cambio de receptor.
Lo mismo pasa en la Biblia. Para hacer una interpretación
correcta tenemos que conocer bien a quién le habla el autor. Si no lo sabemos,
vamos a equivocarnos en la interpretación.
No es posible interpretar a los autores de la Biblia con las
herramientas interpretación posmodernas porque cada autor escribió a una audiencia específica. Los judíos tienen
normas que rigen como se escribe y como se interpreta los texto. Si uno no
interpreta el escrito en este contexto, no lo va a comprender y asì cambiará su
interpretación del texto. Tendríamos que inventar el significado del texto y no
tendría nada ver con la intención original de la obra.
Los profetas jamás eran los representantes de los poderosos.
Hebreos dice que todos fueron martirizados por su mensaje. Los autores del
Nuevo Testamento no eran los poderosos, sino un minoría que expresaba su fe
siendo perseguidos por judíos que rechazaron la divinidad de Jesús o por un
culto al estado que decía que Cesar fuera un dios. La Biblia no fue escrita por
vencedores.
El importancia del “lector implícito” en la interpretación
significa que no podemos juntar pasajes bíblicos sin destruir el mensaje. El
documento esta escrito para un destinatario especifico. Si interpretamos el
pasaje como si fuéramos el destinatario sin tomar en cuenta su intención
original no podemos comprender lo que la Biblia dice.
Cuando hacemos una interpretación desde una postura
predefinida “La Biblia habla a los oprimidos”, “la Biblia para los jóvenes”, “la
Biblia para la mujer de hoy“, etc. , estamos importando un “nuevo destinatario”
que el autor no tenía en mente. Esto es eisegesis (importar significado que
tenemos nosotros) y no exegesis (sacar el significado o exponer el mensaje del
autor) y no podemos llegar a entender el mensaje original.
Nuestros escritos y charlas tienen que tener una audiencia
especifica para ser efectivos. Si no lo hacemos así, habrá más accidentes como
la caída del avión por falta de una comunicación adecuada. Nuestros manuales
para entrenar personas tienen que estar escritos con personas especificas en
mente. Pero también tenemos que leer con la misma idea en mente.
Conclusión
1.
Si no hacemos un esfuerzo para conocer el
contexto del autor y el “lector implícito” no podemos asegurar nuestra
comprensión del mensaje, sólo cuando conocemos tanto el autor y su mensaje,
como el “lector implícito” o destinatario original podemos entender el mensaje
como fue dado.
2.
Cuando uno comparte sobre un tema usando textos
de varios libros de la Biblia aumenta la posibilidad de error por tomar autores
distintos, con propósitos diversos y destinatarios variados. Este tipo de
presentación requiere mucho más estudio.
Bibliografía
Gerald Nyenhuis, Hermeneutica, Geraldnyenhuis.org
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