sábado, 20 de octubre de 2012

Misericordia quiero, no sacrificio


Es fácil tomar textos aislados de la Biblia y juntarlos para hacer nuestro propio argumento y terminar hablando de todo menos de lo que la Biblia dice. En otras ocasiones, como el ejemplo siguiente, si nos encontramos con un pasaje biblico y no analizamos cuáles son los textos que cita, entonces también haremos nuestro propio argumento sin respetar  la Biblia.
1 Samuel 21 y 22
Al momento de acercarnos a la Biblia, podemos verla como una serie de citas de las cuales podemos disponer para poder hacer un argumento. ¿Cuántas veces no tomamos una concordancia Bíblica y buscamos todas las palabras que tienen que ver con una determinada palabra y de ahí hacemos nuestro propio argumento para un sermón o una clase. El problema de ver la Biblia de esta manera es que nunca llegaremos a entender el mensaje de la Biblia a menos de que entendamos esto:  ¿Cual era el proposito del autor al escribir determinado libro o pasaje biblico?
En esta ocasión estaremos hablando acerca de David en el momento en que comió los panes consagrados. Pero para poder entender su importancia, tenemos que regresar al Antiguo Testamento. En Mateo 12:1-8  Jesús cita este mismo suceso para enseñarles a los fariseos que Dios busca que tengamos misericordia y que no estemos concentrados todo el tiempo en el sacrificio (Oseas 6:6).  ¿Cómo podemos ligar los pasajes de Mateo 12, Oseas 6:6 y 1 Samuel 21 respetando el argumento que nos presentó Jesús?
Analicemos primero Mateo 12:1-8. Era Sábado, la Biblia establecía que no se debía trabajar en Sábado y el pizcar espigas de trigo en Sábado era el equivalente a trabajo. Los fariseos que no se cansaban de buscarle pecado a Jesús, lo enfrentaron para cuestionarlo sobre dicho “trabajo” que estaban haciendo en tan sagrado día. Jesús, dispuesto a confrontar y discutir  su interpretación y lo que estaban haciendo, les cita a David cuando comió de los panes de la proposición, dejándolos en una situación incómoda. Si no podían explicar por qué David y sus compañeros comieron con libertad el pan, porque entonces cuestionaban la pizca de espigas en el día de reposo por parte de los discipulos. Por último Jesús les explica citando a Oseas 6:6 “Misericordia quiero y no sacrificio.”
David come panes consagrados
David temía por su vida ya que Saúl le había demostrado vez tras vez que quería matarlo. En el momento que Jonathan le confirma que Saúl- su padre- quería matarlo, éste sale huyendo y llega con el sacerdote Ahimelec que se sorprende al ver que David no estaba armado y no traía una gran escolta con él. David engaña a Ahimelec reportándole que venía en una misión secreta y pidiéndole alimento.
El único alimento que Ahimelec tenía era pan consagrado, el cual solamente le es lícito comer a los sacerdotes (Lev 24:9). Al ver que los hombres que venían con David no habían estado con mujer, accede a dárselo.  Lo interesante de esto es que no trae ninguna condenación a David ni a sus hombres.
La mentira de David trae como consecuencia la muerte de personas, pues cuando David llegó con Ahimelec, también estaba ahí Doeg, un edomita que servía a Saúl. En contraste con comer alimento consagrado, el engaño de David hacia Ahimelec si trajo consecuencias mortales, pues Ahimelec y toda su casa mueren a manos de Saul. (1 Samuel 22:16).
Oseas y los sacrificios
El profeta Oseas, como la mayoría de los profetas, no vivió un ministerio bonito. Su servicio a Dios significó una lucha por la mujer con la que se casó. La mujer de Oseas era una prostituta que disfrutaba de la vida de adulterio. Oseas se casa con ella por mandato de Dios y pasa muchos tiempos difíciles tratándola de alejar de esa vida que ella tanto disfrutaba.
Dios le dice a Oseas que así es su pueblo, Israel, que encuentra demasiado tentador regresar a adorar a los ídolos de los vecinos países, regresar a la vida de esclavitud de Egipto y dejar de vivir rectamente ante Dios. De la misma manera que Oseas rescataba a su amada de la vida que llevaba, Dios se la pasa rescatándonos a nosotros de nuestros pecados. Esta es la condición humana.
Los judíos pensaban que podían hacer lo que quisieran con tal de que hicieran sus sacrificios y holocaustos anuales, pero para Dios no era suficiente recibir los holocaustos si no tenía el corazón de su pueblo. Tanto holocausto le llegó a ser desagradable.
Conclusión
 Dios sabía que los Judíos no eran perfectos. Dios quería su corazón y que fuéran misericordiosos unos con otros. Igualmente, Dios no quiere que nosotros vivamos señalando los errores de la gente que se encuentra alrededor nuestro. No somos mejores que las personas que no asisten a la iglesia, lo único que nos diferencia de ellos es que nosotros debemos ser misericordiosos y amar a Dios por sobre todas las cosas. 

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